Se afinaban los detalles para la visita que haríamos de sorpresa a casa de mi tía. Inicialmente íbamos a entrar a su casa uno a uno, pero como el patio es grande, ella nos vería entrar y ya se perdería la sorpresa. Entonces como Luisa, una de sus amigas, había dejado olvidados unos lentes la última vez que fue, la llamaría desde la puerta de calle diciéndole que pasaba por el sector y pasó a buscar sus lentes. En el momento en que mi tía fuera a abrirle la puerta, gritaríamos todos juntos ¡¡Sorpresa!!
Luisa vive en la zona norte igual que yo. Le dije que nos juntáramos en el metro entre cuatro y cuatro y cuarto. Había que estar a las cinco en la puerta de la calle de la casa de mi tía. Y como soy muy puntual para mis cosas, teníamos tiempo suficiente para llegar. Luisa demoraba y demoraba. Yo ya estaba impacientándome. Estaba decidida a irme en el siguiente tren cuando Luisa apareció. Llamé a mi hermano para preguntarle donde estaba, y como estaba en el Supermercado, a cuadras de la casa, nos juntamos ahí. Ya eran las cinco cuando llegamos al Supermercado a encontrarnos con Iván y Nancy, su polola.
Mi hermano Héctor por su parte, había llegado de Talca el día anterior y como sé que mi hermano “no cuece Peumo” (dicho que se refiere a las personas que hablan y se les salen los secretos), pues no le conté a qué hora nos juntaríamos para que no metiera la pata.
Eran las cinco y mi hermano recién estaba comprando las botellas de pisco. Entonces llamé a Rosa, la otra amiga de mi tía Haydée quien debía de estar ya en la puerta de calle esperando. Cuando Rosa me contestó casi me caí de espaldas. Me dijo que mi tía ya la había visto y que se fue al agua la sorpresa, pero ¿cómo? Si mi tía nunca sale a la calle. Rosa me contó que andaba con Héctor ¿Y pa donde la llevaría Héctor? No entendíamos nada. En eso tomamos un taxi y llegamos a casa de mi tía, para encontrarnos ahí con mi tía Mary y mi ahijado-sobrino Yerko, y con Rosa y su marido, los que habían sido descubiertos ya por mi tía. Cuando entramos igual gritamos sorpresa, porque mi tía no sabía a qué hora llegaría yo y tampoco que iba con su amiga Luisa. Menos que iba a llegar con el Ivancito.
Realmente mi tía estaba sorprendida. Pero ¿y donde estaban los otros? Llamé a mi tía Ester y como ella tenía un almuerzo no sé donde, la había ido a buscar su marido el Tío Enrique, ellos traerían el pan y las pastas para hacer los canapé. Pero mis tíos andaban perdidos y todavía no tomaban micro para llegar a casa. Por su parte el hijo de ellos, mi primo Darwin, tampoco iría porque había trabajado ese día y estaba muy agotado. De mi prima Marcia no sabía nada, iba a llamarla pero había harto que preparar todavía.
Mi tía Haydée como sabía que íbamos a pasar el fin de semana con ella (cosa que siempre sucede cuando viaja mi hermano Héctor a visitarnos), había hecho dos queques, uno de amapolas y otro de manzanas. Yo, aparte de la torta llevaba un queque de manzana con nuez. Rosa llevaba queso y una botella de pisco. Y Luisa llevaba pistachos, papas fritas y aceitunas. Mientras Nancy e Iván exprimían los limones para el copete, nos íbamos interiorizando de los detalles de nuestra sorpresa fallida. Resulta que a mi tía se le había echado a perder el tubo fluorescente de la cocina el día anterior. Mi tía había ido en la mañana a comprar lo necesario para el arreglo. Héctor viendo que ya se iba a oscurecer y sabiendo que de un momento a otro empezarían a llegar los invitados, le dijo a mi tía que mejor fueran pronto a buscar a don Beño para que arreglara la lámpara. Por esa razón la acompañó a la casa de don Beño (media cuadra más allá). Fue entonces cuando mi tía Haydée desde lejos vio a mi tía Mary y le llamó la atención que mi tía estuviera ahí sin aviso previo. Tía Haydée se preocupó, pues pensó que algo le podría haber pasado a tía María y por eso había llegado sin aviso. Y más se preocupó cuando vio a tía Mary acercarse a un taxi que estaba en la puerta. Claro que mi tía no sabía que el taxi era el de su amiga Rosa, quien había llegado y estaba saludándose con mi tía Mary. Para colmo la lámpara no se podía arreglar porque justo lo que había que cambiar mi tía no lo había comprado. Así es que instalamos de emergencia e improviso, un par de lámparas de los dormitorios, arriba del refrigerador para iluminarnos (la probabilidad de que se echara a perder la lámpara justo el día de la celebración era de una entre mil. Justo tuvo que sucedernos ese día).
A todo esto mi tía Mary y Luisa distribuían los queques y el picoteo en fuentes y platos para llevarlos a la mesa. Yo saqué la Torta y se la entregué a mi tía Haydée.
Por poco y la torta tampoco me resulta. Como era de panqueques llegué el viernes después del trabajo a prepararla. Los panqueques no me resultaban, se me desarmaban todos cuando los desprendía de la lata y ya me estaba desesperando. Si no resultaba, tendría que comprar una torta hecha y no era lo que quería, yo quería hacer la torta. Yo quería decorarla especialmente para mi tía y para sus invitados. Feo sería que llevara una torta comprada cuando yo misma podría haberla hecho. Y pensaba para mis adentros: ¿porqué elegiste de panqueque? ¿porqué no hiciste una más fácil? ¡Tuviste que elegir la más difícil!, hasta recordé en ese momento porqué dejé de hacerla. Ya eran las diez de la noche. Empecé a hacer la segunda mezcla y con alivio ya me estaba resultando. Los nervios y el apuro me jugaban en contra. Terminé la torta y el queque a las dos de la mañana. Dejé limpia la cocina y me fui a acostar. Al día siguiente tendría que levantarme muy temprano a preparar la decoración.
A las seis llegaron mis tíos, los que se encontraron justo en la puerta con mi prima Jany, a la que no veía hace tres años (cuando velamos a mi prima Mirtha). La Jany aportó con dos botellas de Mango Sour. Los que me apresuré en guardar en el freezer para enfriarlos.
A las seis y media estábamos sentados a la mesa empezando la celebración. Celebración llena de inconvenientes, pero que finalmente sacamos adelante.
Mi tía Haydée estaba contenta. Reclamaba porque no le habíamos avisado, pero si lo hacíamos perdía la gracia de la sorpresa.
Lo pasamos regio. El marido de Marcia llevó su guitarra y amenizamos cantando canciones. Algunos invitados como mi tía Ester y el tío Enrique se quedaron a alojar en casa (como en los viejos tiempos). Así es que pasamos un fin de semana muy agradable y en familia.
Como verán uno propone y Dios dispone!