domingo, 18 de octubre de 2009

Con tu Amor

“…Yo estaba sola. Vivía muy triste. Creía que nunca, iba a encontrar un amor. Hasta que llegaste. Se fueron mis penas. Y con tu cariño empecé a olvidar el dolor.

Yo estaba sola. Tan sólo soñaba. Creía que todos mis sueños estaban tan lejos de ti. Hasta que llegaste. Se fueron mis penas y con tu cariño empecé a olvidar mi dolor.

Con tu amor, se fueron mis penas y llegó la felicidad. Gracias a ti, no siento tristeza, ni dolor, hoy soy muy feliz…”



Yo estaba sola. No vivía triste, pero sí me faltaba algo para estar plena. Y creía que nunca iba a encontrar un amor. Conocía personas que no me llenaban completamente, y creía que el amor, en esta vida, no iba a ser para mí. Me sentía frustrada. Y pensaba en lo injusto de la vida, que siendo una persona de buenos sentimientos y de muchas virtudes… no encontraba quien me valorara por todo lo que soy. Esa injusticia de la vida no la entendía. Y a mis 43 ya pensaba que era demasiado exigente, y que, por mi exigencia, no iba a encontrar a nadie. Me resignaba pensando que lo que buscaba no había nacido y me sentía tan superior (intelectual y espiritualmente) ante los hombres que conocí, que yo quería alguien que fuera más que yo. Que fuera mejor que yo, alguien para admirar y para amar. Y si yo soy virtuosa e inteligente, simpática y agradable, cariñosa y de piel, sincera y honesta, fiel y leal, apasionada y sensual, emprendedora y trabajadora, esforzada y perseverante, observadora y detallista y poseedora de un amor inagotable… si yo soy así, ¿porqué no iba a encontrar una persona como yo? Que sintiera como yo, que amara como yo, que se preocupara como yo. Había perdido la esperanza, y aunque seguía viva y latiendo débilmente la llama en mí, seguía intentándolo. Hasta que llegaste…

El primer abrazo de Año Nuevo que le di a un hombre (que no fuera mi hermano) ¡por fin surtió efecto! La mariposa que se posó en mi mano, fue una imagen premonitoria. Por fin encontré lo que he buscado por años. Por fin encontré la horma de mi zapato. Por fin veo un hombre que proyecta un abanico de virtudes. Al fin encontré el ser que valora a la mujer, a la niña, a la amante, a la artista, a la Angélica que soy. Y lo he encandilado con mi luz. Y lo he hechizado con mi amor, y juntos, hemos encontrado la compañía sublime.

Hoy, soy muy feliz...

martes, 13 de octubre de 2009

Viaje a Papudo

El fin de semana largo recién pasado, fui invitada nuevamente por mi cuñadita Nancy, a visitar a sus papás en Cachagua. Partimos el sábado por la mañana cuando en Santiago llovía casi torrencialmente.

En Cachagua estaba nublado cuando llegamos, pero abrió el día a eso de las dos de la tarde. La mamá de Nancy tenía que ir a Papudo a hacer un trámite y nos invitó. Así que para allá partimos en nuestra primera excursión. Nos sentamos en la parada a esperar la micro.

En la plaza de Papudo había un carrito con Artesanías de la zona.

Por el costado de la plaza bajamos hacia la playa y nos encontramos con esta bella casa patrimonio de la Humanidad.

Donde abundan las flores, ahí tengo que estar yo. Es mi debilidad.

Quedé prendada de esta “Cascada de flores” Y como buena Santiaguina (a la que le gustan las flores), saqué varias patillas para plantar en mi jardín, porque al ponerlas de cubresuelo se ven espectaculares, como una alfombra rosada.

La Playa de Papudo es pequeña, pero es bellísima.

Me encantan las playas donde se puede ver además cerros y mucha vegetación.

Esta es la muestra de que realmente estuve en suelo Papudiense (¿Así se dirá?)

Y los cactus son sorprendentes por su gran belleza. Aquí uno que no tenía flores (para mi desgracia, porque quería fotografiar sus flores color beige).

Adivinen cómo se llama éste… “El Asiento de la Suegra” ¿Porqué será? Este estaba en un vivero, por eso ahora sé su nombre.

En el próximo capítulo les cuento la segunda parte: “Excursión a Las Cujas".

martes, 6 de octubre de 2009

Satisfacción

Se plantó frente a mí. “Tienes unos ojos preciosos… y unas pestañas preciosas”, dijo mirándome fijamente a los ojos. Yo acerqué mi boca y lo besé. Un beso largo, e intenso. Se despegó de mi boca. Me abrazó. Y mientras con una mano apretaba mi espalda y con la otra acariciaba mi cabello, susurró en mi oído: “Quiero hacerte el amor”. Al escucharlo… un escalofrío recorrió mi espalda. Nunca había sentido algo así. Fue como un pequeño orgasmo, suave y sutil. Lo abracé apretado, y volvimos a besarnos…