lunes, 27 de julio de 2009

El Peluche

Estaba en la fila del supermercado esperando mi turno, cuando me puse a observar a la familia que estaba delante de mí. Había muchos niños en el super, debido a que era la última semana de vacaciones de invierno. La familia que estaba delante, se componía de: Dos mujeres de unos 25 a 30 años. Una señora de más de setenta, un niño de unos diez años y una pequeña de dos. La pequeña iba en un carro, de esos que delante tienen una especie de automóvil de plástico, en el que podía pasear y divertirse.

La ancianita sacaba las cosas del carro con mucha dificultad (en vez de realizar esta operación las personas más jóvenes). Pusieron sobre el mesón bandejas, jarrones y puras chucherías (entre otras cosas). Al final quedó un peluche, el que hicieron a un lado. El niño lo tomó y con la mirada preguntó a su madre si llevarían aquel juguete. Entonces la mujer lo tomó y lo dejó en el carro. La pequeña inmediatamente con gestos y muecas de llanto protestó, indicando que ella quería el peluche. Una vez descargado completamente el carro, la mujer tomó el peluche, lo sacó del carro y lo puso tras la espalda de la pequeña dentro del auto plástico. La niña, inocente de toda culpa quedó feliz (y parece que hasta estaba adiestrada para que no volviera a tocarlo). Así fueron pasando las cosas por la lectora de códigos. Yo seguía observando cuan cara dura es la gente. Y mientras buscaba con los ojos algún guardia (que cuando uno los busca nunca los encuentra), miraba al niño y a su familia.

Si hubiese visto de cerca un guardia, le habría dicho que siguiera el carro y les revisara las cosas y la boleta. Encima reclamaron por tres chauchas que querían ahorrarse, mientras yo pensaba, ¿y el regalito que llevan gratis? La verdad que estas cosas me enfurecen. No porque me importe la pérdida de los supermercados. Sino que me apesta el robo hormiga. Me molesta la naturaleza de algunas personas, de querer robar o llevar todo gratis. Pero lo que lejos más bronca me da, es el ejemplo que aquellas mujeres le inculcan indirectamente al niño de diez años. La guagua no tiene conciencia y no tiene idea de lo que hacen los padres. Pero aquel niño, ya a sus cortos años, aprende como robar en una tienda. Y así seguramente lo inculcará en sus hijos. Eso es lo que me impacta y me aflige. Y lo que es peor, ésta es una costumbre que está tan arraigada en la población (no en todos claro), que es muy difícil erradicarla de nuestra cultura. La honestidad es una virtud que ha quedado en el pasado!!

jueves, 23 de julio de 2009

Triste

Tengo mucha pena. Hoy, desvincularon a 18 personas en mi trabajo. Producto de un paro de actividades que hicimos, luego de un año y medio de aguantar que nos dieran puros abonos de sueldo y no tener un sueldo completo hace ya tanto tiempo. Días lejanos en que recibía mi cheque y debía administrar aquel dinero estirándolo lo más que podía para que me alcanzara hasta llegar a fin de mes. Hace tanto ya de eso, que ya ni sé como será sentir que te pagan al día tu plata. Ya aburridos de tal situación, decidimos trabar la rueda y presionar para que nos pagaran. Pero dicha presión, obligó a tomar medidas extremas.

Echaron a don Carlitos. Mi fiel colaborador. Un hombre que me seguía y me secundaba en todo. Yo no necesitaba decirle cómo quería las cosas, él me interpretaba. Y muchas veces cuando le decía algo él ya lo había hecho. Por eso me gustaba, porque trabaja igual que yo, y hacía las cosas altiro, sin esperar el después. Teníamos además, la difícil misión del ahorro. De entregar el material de tal forma que alcanzara para todos. Y restringiendo a su vez, en los casos en que hacían uso y mal uso de las especies. Don Carlitos era mi amigo. Y conversábamos mucho. Yo le contaba muchas cosas, y él también me contaba las suyas. Él era mi conexión con el mundo interno de la Universidad. Me contaba todos los chismes. Me contaba todas las cosas que escuchaba y se enteraba. Era el encargado de la Bodega. Y yo la encargada de las Adquisiciones (¿Cuáles si ya no comprábamos?). Él me cubría las espaldas y yo se las cubría a él. Éramos una dupla. Lo voy a extrañar mucho.

También desvincularon a la Ingrid. Una colega con un genio complicado. Una mujer difícil de llevar. Una vez tuvimos un altercado, y me mandó a la chucha. No me volvió a hablar. Pero como yo no soy rencorosa, la seguí saludando, hasta que volvimos a conversar. Hubo ocasiones (cuando fuimos más yunta) que me acompañó en mis citas románticas. Y fue mi confidente en varias de mis aventuras. Es una mujer de una sola línea. Y aunque complicada para algunas cosas, tiene un muy buen sentido del humor (igual que don Carlitos). Sólo había que pillarla de buenas. También la extrañaré.

Y lo peor de todo… echaron a mi amiga Jenny. La que se copeteaba conmigo en la hora de colación. Mi amiga Jenny es una de mis amigas del alma. Es mi confidente, a quien le contaba todo lo que me pasaba. Y se divertía cuando le contaba mis historias. Y se reía cuando hablábamos de hombres, de relaciones y de sexo. Con ella hay una libertad absoluta para hablar. Y es quien me daba consejos. Me escuchaba cuando llegaba bajoneada. Me subía el ánimo cuando andaba triste o extraña. Me echaba de menos cuando no pasaba a reportarme a su oficina. Con ella hablábamos por teléfono todos los días, cuando estábamos a cuadras de distancia y había teléfono por donde llamar (no como hoy que están todos cortados por no pago). Yo sé que con mi amiga no quedaremos desconectadas por mucho tiempo. Yo sé que cuando ella encuentre trabajo y yo tenga Internet de nuevo estaremos conectadas en todo momento.

Los compañeros se van y queda un espacio vacío. Las despedidas son tristes. Y el vacío es grande. Ojalá mis compañeros encuentren pronto trabajo. Hoy estoy triste.

lunes, 20 de julio de 2009

La comida

Todos los días al llegar a casa, lo primero que hago (luego de cerrar la puerta y colgar las llaves), es alimentar a mis niños. Cuando abro la puerta de la cocina y tomo el frasco con el alimento, ellos ya están junto a mis pies, esperando que les de su ración. Entonces les digo: “Hijos, no coman tanto. Les he dicho que tienen que ponerse a dieta. La mamita no tiene tanta plata para comprar alimento, así que cuídenlo” Ellos me miran solamente y parece que en eso, no tienen ninguna intención de cuidarme el bolsillo, muy por el contrario comen como un sabañón. Pero eso no es todo. Por más que les digo que no traigan invitados a comer, ellos no obedecen. Y a veces llega sin invitación “Arnold” mi hijo adoptivo. Ése que baja por la pandereta del patio y de un salto llega a mi terraza. Cuando me ve, me saluda con un maullido (porque los gatos también hablan -o se expresan en su idioma- cuando sus padres les enseñan. En este caso, Arnold no se crió conmigo de pequeño, por lo tanto, aún no entiende al llamado de su nombre). Bueno, el caso es que Arnold entra derechito al plato de comida y como ya es sabido que la comida no se le niega a nadie, yo le permito alimentarse. Parece que al pobre nadie lo alimenta, porque siempre que viene, arrasa con todo y deja el plato lavadito. Claro que es re glotón también, porque lo tomo en brazos y pesa como cinco kilos.

Anoche desperté al escuchar a la Ambrosia gruñendo. Prendí la luz y me encontré con que en el lugar donde duerme normalmente el Horacio (a los pies de mi cama) estaba el Arnold muy acostao. Será patúo, lo eché cantando pa afuera. Ta bien que se coma la comida de mis niños, pero instalarse en mi cama sin mi autorización, me parece un exceso de confianza! Está bien que la comida no se le niegue a nadie ¿pero la cama?

lunes, 13 de julio de 2009

El Aperitivo

Si hay alguna adicción que yo tenga, es al pisco sour. Eso sí, sólo cuando mis finanzas me lo permiten. Y lo he dicho miles de veces: “no porque viva sola, voy a llevar una vida triste y SECA”. Por lo tanto, en mi casita no falta mi copete sabatino o dominical.

Acá en mi trabajo tengo una colega que es muy amiga mía. Se llama Jenny. Ella no es muy buena para el copete, y nunca toma algún aperitivo en su casa. Una vez fuimos a comer comida china y nos tomamos un pisco sour, y aunque comimos después, igual salimos del local medio caramboliadas.

El otro día, justo cerca de la hora de colación. Vino a mi oficina mi amiga y me dijo: “¿Ange, tomémonos un copete?” ¿¿¿qué??? “¿compremos una botella de pisco sour?”. Yo que para algunas cosas no soy na de rogá, ni lo pensé y dije altiro que bueno. Y fue mi amiga al negocio y compró una botella de Campanario Sour. Lo traía heladito que de mirarlo se me hacía agua la boca. “Pero no tenemos copas” no importa poh –le dije yo- tomemos en taza. Así que vertimos el gélido líquido en las tazas e hicimos un brindis. Estábamos en mi oficina. Yo trabajo sola y nadie viene a interrumpir mis labores. Así que, echamos llave a la puerta y comenzamos la tomatera, perdón comenzamos con el aperitivo. Mi amiga compró además, unas papitas fritas e iniciamos la charla. Ligerito empezaron a asomar las risillas de nada. La alegría nos invadió y comenzamos a reírnos de nuestras locuras. Mi amiga me dijo dejemos la mitad para mañana, pero mañana va a estar a temperatura ambiente y no es lo mismo. Así que entre risas y sonrisas nos tomamos la botella completita.

Nunca había hecho algo así en la hora de colación, y me gustó. Porque como hacía tanto frío ligerito se nos entibiaron las manos y se nos calentaron los pies. Mi amiga que estaba medio bajoneada ese día, se sintió mucho mejor y se fue de mi oficina riéndose solita. Hasta me preguntó si luego que se fue de mi ofi, me seguí riendo sola, porque desde la escala se escuchaban mis risas (y la escala que digamos no está al lado de mi oficina).

Bueno el caso es que unos días después volvimos a repetir la hazaña. Y el viernes pasado, me dijo la Jenny: “pero ahora vamos las dos al negocio porque a mí me da vergüenza ir sola”. Bueno... vamos. Parece que no es normal comprar pisco sour a medio día (más encima heladito como lo pedí) porque el encargado del negocio empezó a bromear buscando qué santoral era hoy que nosotras íbamos a celebrar. “San último día" dijo el caballero, entonces le sonrío y le digo: “San Viernes”, esa es la única razón para celebrar (y los viernes para mí hace un año son muy queridos y esperados, debido a que nos dan nuestro “abono” semanal de sueldo). Por lo tanto, no faltaban más razones para celebrar con mi amiga. Pero esta vez con tan mala cuea que una amiga de mi amiga la andaba buscando, entonces me dice mi amiga que salga y le diga que ella no está. Salgo entonces a encontrarme con su amiga (fuera de la ofi porque sobre mi escritorio teníamos las tazas con el copete esperándonos). La amiga de mi amiga justo venía acompañada de un colega de trabajo, el que me ve y se acerca a saludarme con un beso (cosa que nunca hace), y peor todavía, va y me abraza diciéndome: “hace tiempo que no nos veíamos” (cosa más extraña aún porque jamás me había abrazado) y yo, tratando de abrir mi boca los menos posible porque ya llevaba media taza de pisco sour en el buche... jajajá. Luego se acerca la amiga de mi amiga y también me saluda de beso... yo, obvio de lejitos no más les hablaba. Hasta que finalmente se fueron. Y como ya sabemos que mi oficina tiene un eco espantoso tuvimos que reírnos con la Jenny debajo del escritorio. Todo por culpa del Campanario Sour, del viernes y del frío.

Menos mal que después de comer y tomar. Nos tomamos una buena taza de café. Nos lavamos los dientes y nos pusimos a masticar chicle. Espero que los que se acercaron después a mí, no me hayan sentido algún olorcillo delator, porque seguro este viernes nos tomaremos otra botella de Campanario con mi amiga.

Lo único malo de todo esto, es que cuando me pongo a trabajar no hay caso, las letras se mandan solas y me cuesta un mundo pa hacer que se ordenen en fila (¡¡chis!! ¡ni que se copetiaran con nosotras!).

martes, 7 de julio de 2009

Carta para número 6

De: El Jefe (número 6)
Para: Angélica

“Estimada Angélica: Lamento informarle que en el día de hoy, he presentado mi renuncia al cargo de VRAF. Espero conversar con Ud. en el futuro próximo. Gracias por toda su colaboración y apoyo, los que fueron esenciales para la labor que emprendí y desarrollé en los 14 meses de mi gestión”.

De: Angélica
Para: El Jefe (número 6)

Don Daniel, no sabe cuanto siento y lamento esta decisión que ha tomado. Me ha causado mucha tristeza lo que me ha contado. Me he enterado por su correo, y ahora es una noticia a viva voz. Siento realmente que se vaya, puesto que le tengo un gran aprecio. Para mí fue uno de los grandes jefes que tuve, porque siempre lo sentí un ser muy humano y muy considerado (salvo cuando me retó por teléfono porque metí la pata y compré un timbre sin consultarle), pero me había equivocado y merecía su reprimenda. Me gusta la afabilidad con que siempre me trató (y sé que no sólo a mí) y se lo agradezco mucho. Espero le vaya bien donde sea que vaya, y que si en algún momento necesita de una secretaria, ojalá se acuerde de mí.

Le quedé debiendo algún dulcecito preparado con endulzante. Capaz que algún día vuelva a negociar con la repostería.

Espero que ahora, que ya no somos jefe y subalterno, igual podamos continuar una grata amistad virtual.

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Mi jefe directo (aunque indirecto porque no lo veía todos los días), se fue. Renunció. Y nuevamente me he quedado sin gobierno. Hace tiempo escribí un post, donde hablaba de todos los jefes que han desfilado por mi oficina desde que se fue el Gran Jefe.

A la gente le da miedo cuando alguien se va, porque temen a lo desconocido. Cuando se escucha un posible nombre ellos dicen: “Oh! Ése es negrero, ése es negociante, ése le saca el jugo a las personas”. Muchas veces he escuchado comentarios similares de los jefes. Pero siempre he creído que uno mismo se gana al jefe con su trabajo, su esfuerzo, su honestidad, su lealtad y su franqueza. Yo no le temo al que llegue porque sé que me lo ganaré como me los he ganado a todos. Salvo claro, que existan malas personas que le envenenen la cabeza al jefe antes de que se dé el tiempo de conocerme. Cosa que puede suceder considerando que estamos en una jungla llena de animales feroces, que buscan sólo su beneficio propio o salvarse ellos solos. Ahora dicen las malas lenguas “van a echar a todos los favoritos”. Y yo era una “favorita” a los ojos de ellos. Porque yo, llego a las nueve y media (cuando no a las diez) y me voy a las cinco y media. Y ellos creen que soy favorita del Jefe porque cumplo ese horario. No saben que jamás se lo planteé al jefe y que solita me hice ese turno debido a la injusticia que me parecía trabajar por medio sueldo y cumplir horario de sueldo entero. Y ellos me tildan de favorita porque tenía llegada con el jefe, y él jamás me negó un solo permiso. Y falté la chorrera de días. Podría decir que este año fácilmente he faltado un mes si consideramos los días corridos. Días en que dije que estaba enferma y no fui. Días en que dije que tenía que hacer y no fui. Y días en que pedí trabajar desde mi casa y no fui. Ellos... los mal hablados, pensarán hasta que talvez me agarro a besos con el jefe y que por eso logro lo que quiero. Y no saben que lo único que he hecho, ha sido trabajar en forma eficiente y eficaz. No saben que cuando el jefe me pidió algo, yo lo hice con presteza y minuciosidad. No saben que el propio jefe, me lo dijo en mi cara y ante el Jefe de él y le habló de mis cualidades como trabajadora. Llegaré tarde y me iré temprano, pero no tengo un pelo en la lengua para decirle a quien sea, que en el poco tiempo que permanezco en mi oficina, puedo producir mucho más que uno que cumple el horario completo. Yo lo sé. El jefe lo sabe y el Jefe de mi jefe también. Tuve suerte de que me encomendaran un trabajo de cuidado, porque así me conoció más gente dentro de la institución (y como ya quedamos tan pocos. Alrededor de sesenta personas, todos sabemos quien es quien).

Se va don Daniel y lo extrañaré. Me encantaba. Un día quise escribir un post (cuando me autorizó a faltar el día siguiente a mi cumpleaños) diciendo que “adoro a mi jefe”. No lo escribí. Pero ahora es el momento de decir todo lo bueno que fue. Me encantó siempre su carácter jovial. De esas personas que te escuchan y te dan la confianza para contarle tus cosas. Así yo le conté varias cosas mías. Incluido lo de la repostería. Hasta me iba a mandar a hacer algún pastelito, pero nunca cociné con endulzaltes (él es diabético). En Navidad le llevé chocolates de mi cosecha de regalo. Y un día que me vino a visitar de improviso a mi oficina (porque trabajamos a media cuadra de distancia, siempre era yo quien iba a su ofi.), le ofrecí y le serví un cafecito. Cuando me despedía de él con un besito en la mejilla, siempre le tomaba la mano en un gesto de aprecio y cariño. Hasta le conté cuando fui a una entrevista de trabajo, y le dije que estaba buscando mejoras laborales. Él me entendió y me apoyó. Eso hace un buen jefe, apoya y entiende, y lo que es mejor, escucha.

Había muchos que lo odiaban y que ahora están felices porque se va. Pero yo no. Conmigo nunca fue pesado. Salvo esa vez que mencioné en el correo, cuando pasé a llevar su autoridad y mandé a hacer un timbre. Y que él me reprendió por teléfono. Pero me lo merecía. Yo me equivoqué y con vergüenza reconocí mi falta.

Yo me gané su confianza y me la gané sólo por empeño y desempeño mío. Nada fue como piensan las malas lenguas y de paso digo que me importa un comino lo que piensen, mientras mi conciencia esté limpia y tranquila (no vivo del comidillo de los demás). Lo rico de todo esto es que gracias a las comunicaciones, pude despedirme del jefe y decirle todo lo que pensaba y sentía.

Ahora a esperar lo que venga... ojalá no me despidan por patúa con el horario, pero en fin, si lo hacen... ellos se lo pierden jua!

P.S.: El nombre del Jefe fue modificado para resguardar la identidad del afectado.

miércoles, 1 de julio de 2009

de Viaje...

Hace tiempo que no viajaba a Coquimbo. El último viaje fue en Febrero, cuando salí de vacaciones y las cosas no estaban bien con mi tía. Estuve siete días allá, de los cuales cinco pelié con mi tía. Ahora las cosas están bien. Ella ya se ha acostumbrado a estar solita, a vivir solita y la relación con mi hermano también ha mejorado. Incluso mi tía en un gran paso que ha dado, ha conocido a la polola de Iván. Debido a eso es que yo me he sentido contenta y satisfecha. Razón por la cual me han vuelto las ganas... las ganas de fotografiar... las ganas de pasear... las ganas de leer... de escribir, en fin. Y en esta ocasión dado al fin de semana largo, mi tía me invitó a viajar con sus amigas. Nos fuimos en el auto de su amiga Rosa. Estas amigas de mi tía se conocen hace más de 40 años. Es una amistad inquebrantable que da gusto. Esas son las amistades verdaderas, las que no se rompen con nada y perduran a través de los años.

El 29 de junio mi maquinita fotográfica cumplió dos añitos (me la regaló mi hermanito Iván). Dos añitos en los cuales he sacado casi tres mil fotos. He fotografiado de todo. Y como siempre digo, uno puede ir mil veces a un mismo lugar y tomar muchas fotos, pero siempre hay algo nuevo que ver y admirar. Aquí comparto algunas y les cuento como fue mi viaje.

El Viaducto Amolanas: Acabo de enterarme al buscar en internet que es el puente más alto de Chile y uno de los más altos de Sudamérica. Fue construido en la década del 50 y está ubicado en el kilómetro 310 de la ruta 5 Norte (estas son las ventajas de viajar en auto). Pínchenlas para ver en tamaño grande.

Cerdito o cochinito: Pensar que hay personas que mataron a todos los chanchitos a causa de la famosa AH1N1. Yo muy por el contrario, me fui a fotografiar este bello ejemplar. Era guatón como él solo... y había otro pequeñito que se parecía a Babe el cerdito valiente, parecía un perrito porque cuando me vio quiso acercarse a mí, pero como estaba amarrado no pudo acercarse mucho.

Mi tía comprando pepinos en la ruta (el caballero que se ve de fondo es el dueño del manso chancho, y que gentilmente me dejó entrar a su casa para fotografiar a sus animales).

San Pedro (patrono de los pescadores). El lunes fue feriado debido a la festividad de San Pedro y San Pablo. En Coquimbo, se realiza una procesión en la Bahía. Este año se adelantó debido al mal tiempo. Fue el día sábado (cuando viajamos hacia allá), por lo tanto nos la perdimos. Además que con el mal tiempo que hubo, la mar estaba muy peligrosa. Llovió la noche del sábado y la noche del domingo y hasta hubo un desubicao que vaticinó un tsunami. Algunas personas pernoctaron en los cerros por temor al presagio. Yo cuando lo escuché de boca de Rosa, la amiga de mi tía, y dado que ella es tan bromista no le creí. Sino... esta es la hora que mi tía no nos lleva pa ninguna parte (con lo miedosa que es).

Luego de la lluvia apareció el sol, así que fuimos a dar una vueltecita por la playa antes de que se escondiera.

Con mi tía y su amiga Rosa. Andaba con mi bolso playero porque ahí llevaba mi celular, digo por si alguien se acordaba de saludarme (por mi cumpleaños) jejeje. En todo caso no es lo único que llevaba en el bolso...

El mar estaba violento... las olas rompían con furia y espuma. Nada que ver como en el verano que siempre está calmo y quieto a esa hora.

Al fondo la Cruz del Tercer Milenio.

Por la tarde apagué las velitas. Era mi cumpleaños.

El martes emprendimos el viaje de vuelta. Paramos en un mirador a tomar algunas fotos.

Al aproximarnos a Santiago las nubes iban cubriendo el cielo. Llegamos con lluvia.

Fue un viaje lindo. Faltó sólo mi hermanito pa hacerlo más lindo todavía. Pero ya será el momento en que él también nos acompañe. Es todo por el momento. Espero disfruten las fotografías que con tanto cariño subí para ustedes.